Con frecuencia se relaciona un uso intensivo de Internet con ser un ciudadano del mundo. Es pertinente indicar, de entrada, que cada uno es libre de entender el concepto de ciudadan@ del mundo a su libre albedrío. Dicho esto y aceptando que todas las posturas son totalmente respetables e igualmente aceptables, mi opinión es que no deja de ser una expresión “de moda” que, en el fondo, no sé qué quiere decir ni creo que lo sepan lo que dicen que lo son. En el siglo XIX ya se hablaba de “internacionalismo” como contrapunto a las políticas nacionales; a finales del XX se uso habitualmente el concepto de “cosmopolita” como aquel individuo que deseaba trascender la división geopolítica que es inherente a las ciudadanías más locales, y ahora tota el turno a la noción de “ciudadan@ del mundo” ligado, a mi parecer, a esta antigua idea primigenia.
Y permítanme una cita del libro Ciutadans del Món (XXVI Premi Serra i Moret) del 2009 y que les enlazo para si gustan de leer: “Todos somos ciudadanos del mundo globalizado que ha ido emergiendo con las transformaciones de los últimos decenios del siglo XX, y que los hombres y mujeres del siglo XXI tenemos unas responsabilidades individuales y colectivas que rebasan nuestro entorno más inmediato.” Como??? El mundo empieza donde vives!. Dejemos de decir tonterías que no llevan a ninguna parte porque ni hay detrás ningún tipo de convicción. Es fácil llenarse la boca de frases, expresiones y palabras bellas y connotadas positivamente por la sociedad “moderna”. Palabras como: democracia, igualdad, multiculturalismo, pacifismo, paz, etcétera… que con un aliño de tecnología e Internet aún parecen más modernas y pretensiosas
La mejor manera de ser “abierto al mundo” es valorando el lugar donde vives, su entorno y su gente. Es curioso observar como algunos que se autodesignan “ciudadan@s del mundo” y que son solidarios con lo que pasa a 10.000 km de distancia, no lo son para ayudar a convecinos con penurias económicas o tan siquiera dar un poco de conversación con alguien apenado con quien nos cruzamos en las escaleras. Es mucho más “IN” trabajar para África o lo de Libia (que difícilmente arreglarás), pero se es incapaz de hacer feliz a alguien que se tiene cerca.
De ciudadanos del mundo no dudo que haya, seguro que hay. Con y sin Internet. Son aquellos que dominan numerosas lenguas, que les estimula conocer las diversas culturas y personas que viven en nuestro mundo, que comprenden bien los problemas de la humanidad y no caen fácilmente en prejuicios y, en definitiva, que quieren poner su granito de arena para hacer un mundo mejor. Admiro a estas personas, pero por de pronto yo no me considero más “ciudadano del mundo” aunque viva intensamente la era de Internet.